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Algo de historia.
#41
Publicado:
(Última modificación: 19-03-2023, 02:20 PM por QuintoPiso.)

El asunto quedó así, aunque noté que Juan no había vuelto por el bar. Una noche, después de haber tenido sexo con Lindsay, no aguanté la curiosidad y le pregunté por él.
       —Invítame a comer y te cuento todo el rollo —me contestó socarronamente.
       Fuimos a cenar a la Surtidora de la 22; una vez saciada el hambre, Lindsay empezó su relato. Nuestro común amigo le planteó que pasaran juntos un sábado, que lo maquillara, lo vistiera con ropa de mujer, él la traería, para luego salir de compras por varios centros comerciales de la ciudad. No mencionó sexo y Lindsay le dijo que no había problema, pero que ella cobraba $300 mil por el día. Juan inmediatamente aceptó y programaron la salida.
       Quedaron de verse el siguiente sábado a las 9 a. m. en unas residencias que brindaban alojamiento por días, llamadas Al Paso, en la calle 25 con carrera 15 A. Me cuenta Lindsay que el solo maquillaje le tomó casi dos horas, porque Juan tenía una barba muy cerrada. El hombre llevó peluca, ropa interior, vestido, zapatos, cartera, etc. Todo nuevo y de marca. A mediodía salieron en el auto de Juan, en dirección al Centro Comercial Andino, donde almorzaron, fueron de shopping, se tomaron fotos, algunas de las cuales Lindsay me muestra orgullosa de su trabajo; es impresionante lo que puede hacer el maquillaje. A eso de la 5 p. m. regresaban a las residencias en el Santafé, Juan era desmaquillado y recuperaba su habitual indumentaria. Después, cada uno para su casita.
       La rutina sabatina se repitió en diferentes centros comerciales, Unicentro, Hacienda Santa Bárbara, Bulevar Niza. Ya existía tal confianza entre ellos, que Juan le hacia costosos regalos a Lindsay.
 
CONTINUARÁ......
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  • Mondaku69
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#42
Publicado:
(Última modificación: 19-03-2023, 06:14 PM por QuintoPiso.)

Un día de brujas, recuerdo bien, reapareció Juan por el bar. Iba acompañado de un hombre de unos 25 años, moreno, que a diferencia de su compañero, lucia una abundante cabellera. Se sentaron en la mesa habitual con vista a la calle y pidieron media de guaro. Transcurrido unos minutos, Juan se acercó y me dijo que si los podía acompañar un momento. La clientela apenas empezaba a llegar, así que me desplacé hasta la mesa del par de clientes.
       —Le presento a un buen amigo —indicó Juan.
       —Mucho gusto, mi nombre es Pablo —nombre ficticio porque tampoco recuerdo el verdadero.
       —Mi amigo y yo queremos ir de farra hoy, pero con todos los juguetes; hablé con Lindsay, pero ella es un poco conservadora y no se le mide. —Me confesó Juan. —He pensado en usted, para ver si nos puede presentar una chica que sea desinhibida, mejor dicho “todo terreno”, para celebrar como se debe el día de las brujas. —Y al unísono soltaron una carcajada.
       —¿Cuénteme exactamente qué tipo de scort necesitan, para ver si les puedo ayudar? —les pregunté intrigado.
       —Una que le guste la rumba. Además que este dispuesta a hacer un trío con mi amigo y yo. —Respondió Juan.
       —Y que sea vergona —musitó Pablo.
       —Déjenme pensar un rato y más tarde regreso, —les manifesté.

       La única tranny que yo conocía a quien le gustaba la rumba fuerte, los tríos y que por dinero se le medía a todo, era una vallenata llamada Escarcha; además era bien dotada. El problema es que ella trabajaba en Casa Visconti y solo iba a los bares del Santafé algunos fines de semana. Les di las indicaciones al par de amigos de como llegar a Casa Visconti, pero me rogaron que los acompañara; a regañadientes accedí.
       Una vez en el establecimiento, hice llamar a Escarcha; mientras llegaba, mis acompañantes pidieron licor, estaban encantados con el lugar. Cuando bajo Escarcha, desfiló ante ellos en un bikini, que dejaba traslucir su enorme verga. Esto los mató.
       —Ella es —exclamó Pablo.

Sentados en la sala Juan, el más locuaz, le planteó el negocio:
— Mi amigo y yo queremos travestirnos, rumbear contigo en una discoteca gay, beber, drogarnos, luego a ir a nuestro hotel y amanecer teniendo sexo los tres. Ese es el plan. ¿Aceptas?
Escarcha me llamó aparte, para preguntarme si yo los recomendaba.
—No meto las manos al fuego por nadie, pero hasta el momento, Juan me parece un tipo confiable y educado —le manifesté.
 Escarcha regresó, se sentó en medio de los dos clientes y les explicó:
—Por una noche así, cobro $500 mil, con todos los gastos pagos. Me cancelan ahora y me esperan mientras me arreglo para la ocasión.
Pablo sacó un fajo de billetes, contó el dinero, se lo entregó a Escarcha y jovialmente manifestó:
       —Ve y te cambias. ¡Te esperamos acá mientras nos tomamos unos guaritos!

       Dejé a los fiesteros instalados y me desplacé hacia el Santafé.

CONTINUARÁ.....
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  • Juan david garcia, mimaorlo, Mondaku69
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#43
Publicado:
(Última modificación: 26-03-2023, 02:16 AM por QuintoPiso.)

Un domingo cuando preparaba la bicicleta para ir a la ciclovía, sonó mi teléfono. Era Lindsay, para decirme que Juan, su cliente y mi conocido, le había marcado solicitándole mi teléfono debido a que requería mi ayuda con urgencia. Decidí llamar a Juan; me contestó con la voz apagada y alcancé a entender que le había sucedido una desgracia. Se encontraba en el hotel El Paso, en el Santafé; hacia allí me dirigí.

Cuando entré a la habitación el espectáculo no podía ser más deprimente: olía a alcohol, cigarrillo, la fetidez estaba por todos lados. Juan tenía una especie de máscara, el maquillaje lo tenía corrido y sangraba por las dos rodillas. Pablo, su compañero, se encontraba en la cama, dormido bocabajo, vestido de mujer, pero con la ropa desgarrada. Corrí las cortinas y abrí la ventana para ventilar la habitación.
—¿Qué les pasó? —pregunté asustado.
—Necesitamos su ayuda, señor, ayúdenos por favor —imploró Juan, tomándose la cabeza con las dos manos.

«En que hijueputa problema se metieron este par de güevones», pensé en ese momento.
—A ver hermano, siéntese, relájese y cuénteme que les pasó, para ver cómo les puedo ayudar —le respondí, intentando calmarlo, mientras acercaba una silla para colocarme junto a la cama.

«Resulta que Pablo y yo desde hace varios fines de semana, venimos a este hotel, no travestimos y salimos de noche a recorrer las calles del Santafé. Primero era solo por exhibirnos, pero una noche hicimos un “levante”; unos tipos nos invitaron a un apartamento de la zona. Hubo sexo, mucha droga y amanecimos enrumbados. La pasamos increíble con Pablo.»

«Sin embargo, queríamos elevar más la adrenalina. Se nos ocurrió hacer algo loco ¿Qué tal si nos prostituíamos? ¿Si cobrábamos por tener sexo? ¿Cómo será aguantar frío toda una noche y entrar con un extraño a un hotel? Empezamos a putiar aquí en el Santafé, pero hemos ido al 7 de agosto, Chapinero por la 13 con 59, la carrera 15 con 100. Mejor dicho hemos comido verga en todo Bogotá. De los momentos más excitantes y el que más adicción nos produjo fue recibir el pago. Hemos atendido todo tipo de clientes: activos, pasivos, transformistas, BSDM´s, fetichistas, voyeristas; satisfacemos los deseos más insólitos, los menos convencionales»

No podía creer lo que escuchaba. Dos tipos educados, con dinero, jóvenes y atractivos, llegar a estos extremos de sordidez y lujuria. También me embargaba un sentimiento de culpa, pues pensaba que yo los había ayudado a entrar a ese peligroso mundo, les había dado un pequeño empujón. Al parecer el poder desahogarse calmó un poco a Juan. Le di agua de una botella que yo llevaba, tomo aire y continuo su relato.

«Pero anoche las cosas se nos salieron de control; alrededor de la media noche, en la 22 con Caracas, dos tipos nos invitaron a subir a su carro; eran jóvenes y agraciados. No lo pensamos y resultamos dentro del auto; el copiloto estaba consumiendo cocaína y nos ofreció. Más tarde se pasó al asiento de atrás, quedando en medio de nosotros dos y empezamos a besarnos y a morbosearnos. Entre perico, besos, mamadas, todo trascurría viento en popa. Pero de un momento a otro, mientras Pablo se besaba con el copiloto, me percate que estábamos saliendo de la ciudad, no había ya luces, solo el reflejo de las farolas de otro auto que nos seguía. El nuestro se detuvo y se abrieron súbitamente sus portezuelas. “Salgan maricas hijueputas, que va a empezar la fiesta”, gritó el tipo que abrió la puerta.»

«Nos encontrábamos en un potrero, únicamente iluminados por las farolas de dos autos: en el otro iban tres hombres. Hasta ese momento tengo claros mis recuerdos, de allí en adelante todo es borroso. Consumimos licor, marihuana, cocaína, poper y bailamos al ritmo de música electrónica, que salía de uno de los carros. Se lo tuve que mamar a varios, me rasgaron el traje, me arrojaron al pasto y sentí que me penetraron varias veces. Luego me dieron patadas; escuche cerca de mí, a Pablo exclamando “ya no más, ya no más”, mientras que uno de los tipos gritaba “matemos este par de hijueputas” »

Interrumpió su narración, mientras se limpiaba las lagrimas con el dorso de las manos.

Por las señas que me dio Juan, parece que estuvieron en un potrero en la Avenida Circunvalar, cerca de la salida hacia Choachí. Un camión con verduras que se dirigía a la Plaza de Paloquemao, los recogió y los dejó en el Centro. Así pudieron llegar al hotel.
—Y ahora, ¿Qué le digo a mi esposa? —balbuceó Juan.
 
CONTINUARÁ……
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  • mimaorlo
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#44
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Excelente vivencia hermano, aguantaría tomarse unas frías con usted y conversar.
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#45
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Yo no diría que es una "excelente vivencia". Qué historia tan aterradora. Anoche leí la última publicación y me entró ansiedad, miedo, sentí frio en el estómago. Que descenso al infierno tan espantoso. ¿Hasta dónde llega el ser humano por saciar sus deseos?
Creo que puede ser como una advertencia para muchos aquí. Tengo ansiedad por leer el siguiente episodio, y temo un final muy trágico.
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  • Antifaz
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#46
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Super la historia y una delicia de prosa en su escrito amigo. Su estilo es intenso y lo deja a uno a la espectativa de ¿que sigue? ¿que acurre? Nos deja en suspense con la trama o por lo menos a mí. Saludos.

Yo creo que todos en algún momento de nuestra vida nos desviamos por el camino de los excesos, y este caso en particular lo asocio con el de la lujuría y perdida de la moral sexual (católica). Sin embargo dentro de cada uno de nosotros hay un animal que nos define como especie, es decir; somos una especie salvaje más dentro del reino animal, el cual esta domesticada gracias a la educación moral que recibimos desde niños y por parte de nuestros padres. La sociedad lo que hace es atajarnos insanamente con su matriz de reglas conductuales morales y encaminarnos por el sendero de la familia y el consumismo. Está comunidad no se adapta para que agotemos todos esos demonios que llevamos dentro, los exterminemos por medio de la práctica, de ahí yo creo es el origen de los traumas reprimidos, esas desenfrenadas conductas extremas con el afán de satifacción y desfogue. Me hizo acordar de esta pelicula:
https://youtu.be/KIgQdNYc9Qo
La visioné varias veces y se la recomiendo mucho, véanla  mientras nuestro colega escribe el próximo capitulo de la historia.
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#47
Publicado:

Cualquiera puede citar a Nietzsche para justificar casi lo que sea. Esta última historia va mas allá de retar la moral católica y salir de las convenciones sociales. Esto, como está pintando es el perfecto ejemplo de "el que busca al diablo lo conoce." Muy fácil decir que ese desfogue es necesario, para alguien que está sentado detrás del burladero de lo hipotético, sin enfrentarse a las irremediables consecuencias de los actos de otros. Ahora, Quintopiso escribe bien, muy bien.
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#48
Publicado:
(Última modificación: 26-03-2023, 12:18 PM por QuintoPiso.)

Puesto que Juan se encontraba un poco más calmado, le sugerí que tenían que asearse, cambiarse de ropa y pedir que los alojaran en otra habitación. Él estuvo de acuerdo, despertó a Pablo, quien se levantó somnoliento y puede apreciar que su rostro no lucia nada bien: un hematoma en un ojo, el labio superior partido y costras de sangre en la nariz. Mientras ellos se lavaban y se mudaban de ropa, fui hasta una droguería a comprar agua oxigenada, gasa, pañitos húmedos, guantes quirúrgicos y unos analgésicos.

Cuando regresé al hotel, ya estaban bañados, con ropa limpia y en una habitación aseada. Les entregue las compras que había hecho, para que se limpiaran las heridas. Pablo se quejaba de un dolor en las costillas, que le impedía respirar bien; esa molestia y la herida en el labio, requerían de una revisión médica, le recomendé.
—¿Dónde me podrían atender? —preguntó tímidamente Pablo.

Recordé que un domingo me caí de la bicicleta y en el Policlínico del barrio Olaya, al sur de Bogotá, me tomaron unas radiografías. Le comenté esto a Pablo y estuvo de acuerdo en ir hasta ese lugar; dejamos a Juan descansando y lo llevé en mi auto hasta el Olaya. Al llegar, le comentamos a la enfermera que Pablo había sido víctima de un atraco y por esa razón eran las lesiones. Hubo que esperar un buen rato, para que le tomaran las placas en el tórax, le suturaran la herida del labio y con una leve presión de los dedos, le rectificaran el tabique nasal. Para fortuna de Pablo, el médico le informó que no tenía fracturas, solo magulladuras producto de los golpes. Acerca del ojo, le comunicó que era un pequeño hematoma y que solo requería compresas de hielo. 

Al salir, Pablo empezó a quejarse de un hambre atroz. Fuimos a almorzar a un restaurante que se hallaba cerca; nos sentamos en una mesa situada al fondo del establecimiento. Mientras esperamos a que nos sirvieran, Pablo se me acercó tímidamente y me dijo:
—Usted me parece alguien en quien confiar, me gustaría contarle mi historia. —Y añadió —necesito desahogarme, para exorcizar estos demonios que me atormentan.
—¡Por supuesto! —le respondí, —soy todo oídos.

«Nací en Medellín, desde mis primeros años de adolescencia supe que era homosexual; mi familia siempre me ha brindado su apoyo. Llegué a Bogotá a estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad de los Andes. Allí conocí a Juan; a pesar que él es unos años mayor que yo, congeniamos desde un principio. Yo lo veía solo como un amigo, puesto él tenía su novia en la U. Sin embargo, en una despedida de fin de semestre, salimos con un grupo de amigos y terminamos en mi apartamento, ubicado cerca de la universidad. Tan pronto se marcharon los demás, los dos continuamos la rumba; fumamos yerba, bailamos, nos besamos y terminamos en mi alcoba. Para mi fue una sorpresa muy agradable, porque hasta ese momento me gustaban los hombres varoniles, no los que botaban la pluma o se vestían de mujeres. Y Juan tenía novia, era atractivo, inteligente y elegante. Todo un machote. ¡Pero que equivocado estaba! Con el tiempo me di cuenta que es más marica que yo.»

«A partir de ese día nos veíamos seguido en mi apartamento, debido a que yo vivía solo. Un fin de semana, luego de trabarnos, Juan me invitó a conocer una casa antigua, ubicada en el central barrio Las Aguas. Nunca olvidaré la primera vez que ingrese a ese lugar. Una puerta metálica que solo se abría cuando el portero, a través de una mirilla, comprobaba la identidad de los visitantes. Adentro, luces rojas y azules; un hombre mayor recibe el dinero del cover y nos guía por un corredor. A un lado, estantes con revistas, videos; al otro lado un mostrador con condones, lubricantes, consoladores de todos los tamaños. Y al fondo, un rincón con látigos, grilletes, ropa de cuero con remaches metálicos. A partir de allí, todo está en penumbra. Solo se distinguen sombras proyectadas por las pantallas ubicadas en las paredes; se escuchan quejidos y algunas veces gritos.»

Se interrumpe la narración, porque llega el mesero con los almuerzos. Al percibir mi interés, Pablo continua su plática mientras comemos.

«Nos dirigimos hacia una habitación que tiene un gran ventanal, a través del cual se puede observar a un adolescente que gime, mientras es sodomizado por un hombre mayor. La audiencia que disfruta la escena a través del cristal crece; la temperatura aumenta y el vidrio se empaña. Algunos espectadores coquetean con la mirada, se conforman parejas que se manosean y luego buscan refugio en las cabinas provistas para el desahogo sexual. Me sentí bastante incomodo, por primera vez era testigo de tal derroche de lujuria y sexo. Le hice señas a Pablo, quien sí se estaba deleitando, para que nos retiráramos; pasamos a una especie de bar, con una mayor iluminación y pedimos un par de cervezas frías, para atenuar un poco el calor.»

Pablo hace una pausa para beber agua y continua.

«Aunque inicialmente pensé que ese ambiente tenía mucho “voltaje” para mi gusto, regresamos varias veces al lugar y fuimos participes de este desenfreno colectivo: hicimos intercambio de parejas, tuvimos sexo grupal en el cuarto del ventanal. Varias veces salimos de allí sin billetera o sin reloj, pero no importaba, a la semana siguiente retornábamos. Lo más extraño, es que en ningún momento tuvimos sentimiento de culpa; al contrario, luego de participar en esas orgías nos sentíamos tan contentos, como un par de niños que vienen de ganar un partido de futbol.»

«Nuestra espiral de desenfreno continuó. En unas vacaciones de mitad de año, empezamos a asistir a rumbas electrónicas e intimamos con una pelada trasgénero, una joven que vivía en Chapinero y que estaba al tanto de las rumbas Gay en Bogotá. Por esta vía conocimos el perico, el éxtasis, el poper y el tusi; fue una temporada, en la que empatábamos una rumba con la otra. Como corríamos con todos los gastos, ella rumbeaba siempre con nosotros. Varias veces rematábamos en su apartamento y teníamos unas sesiones de sexo increíbles; allí nació nuestra afición por las trans. Afortunadamente, ella viajó a Europa y simultáneamente empezamos el semestre, pues aunque usted no lo crea, siempre fuimos buenos estudiantes. Veíamos la rumba y el sexo, como una recompensa a nuestro esfuerzo académico; tal vez por esta razón, nunca nos invadieron remordimientos o sentimientos de culpa.»

«Al graduarnos, Juan se ubicó como Director Financiero en una multinacional farmacéutica, dados los buenos contactos de su familia. Yo conseguí empleo en una compañía aseguradora propiedad del Sindicato Antioqueño y me trasladé a Medellín. Durante el tiempo que estuvimos separados, mi vida sexual fue corriente y mi contacto con las drogas ocasional. Juan se casó con su novia de la universidad y todo transcurría de manera normal. Pero hace menos de un año, me ascendieron y entre mis funciones estaba el desplazarme periódicamente a Bogotá. En estas cortas estadías, empezamos nuevamente con las andanzas. Buscábamos travestis de confianza, pero no encontrábamos, hasta que Juan se arriesgó a ir al Santafé y fue cuando lo contacto a usted. Lo demás ya lo conoce.»

Una vez terminamos de comer, Pablo pagó y salimos hacia el parqueadero.
—¿Cuál es su opinión acerca de lo que le he contado? —me espetó Pablo dentro del auto.
—Lo más honesto que le puedo decir es que consideren pedir ayuda, —le respondí, tratando de no parecer cantaletoso o mojigato —la situación me parece que se les ha salido de las manos y antes que les suceda un daño irreparable, es mejor que cuenten con asesoría profesional.

En el trayecto de regreso, Pablo permaneció callado, absorto en sus pensamientos. Cuando llegamos al hotel rompió su silencio:
—Tiene usted razón, es imprescindible tener asistencia psicológica para evitar más desgracias. Ya lo había pensado. Por otra parte, mi compañía abrió una sede en Costa Rica y requieren personal directivo para posicionarla. Voy a aceptar un cargo allí. Lo que sucedió anoche es una señal de alarma. ¡Tengo que corregir el rumbo de mi vida; esto no puede volver a pasar!
—¿Y Juan? —pregunté.
—Ese man tiene un problema más grave que el mío. Él debe tomar sus propias decisiones. Por ahora, voy a ver cómo le ayudo para que su esposa no se entere de lo ocurrido. ¡Pobre mujer! —exclamó.

Ingresamos al hotel, Juan se hallaba aun dormido. Me despedí de Pablo, deseándole suerte para que tuviera la suficiente fuerza de voluntad y dejara atrás sus demonios.
 
CONTINUARÁ……
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  • Mariatvjose, mimaorlo
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#49
Publicado:

(26-03-2023, 12:51 AM)QuintoPiso escribió: Hombre con lo que cuentas es increíble que la mujer no supiera nada...Un man con esos gustos tan marcados creería que difícilmente puede complacer a su mujer.
Chevere la historia y gracias por tomarse el tiempo de contarla.
Srm
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  • QuintoPiso
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#50
Publicado:
(Última modificación: 01-04-2023, 07:45 PM por QuintoPiso.)

Este Santafé si da para todo, pensaba yo, mientras observaba a un hombre vestido con traje, corbata, sombrero y un maletín de cuero terciado al pecho, que repartía unos volantes a los desprevenidos transeúntes que circulaban esa tarde por la calle 22 con Avenida Caracas, mientras pronunciaba a todo pulmón un sermón acerca de Jesucristo y su importancia para la salvación de quienes tomaban el camino equivocado, de sus “ovejas descarriadas”. A medida que me acercaba al fulano, su discurso era más audible; sin embargo lo que me llamó la atención fue su elegante vestido y su delicada forma de hablar. Al pasar frente, su rostro se me hizo familiar. Él también se quedó mirándome, mientras me ofrecía una de sus hojas, bajó la voz y me dijo discretamente:

—Buenas tardes, estoy por acá nuevamente, dando a conocer la palabra de Dios. Luchando para que este mundo de pecadores, pueda lograr la vida eterna —murmuró a manera de saludo.

En ese momento lo reconocí. ¡Era uno de los tipos que habían atracado por la Avenida Circunvalar hace más de un año!
Me detuve en seco y le respondí el saludo:
—Buenas tardes, ¿Cómo se encuentra?
—Bien, bien. Pero invíteme a un café y charlamos un poco —me respondió.

Ingresamos a una cafetería una cuadra más abajo. Yo no sabía como empezar el dialogo, dadas las nuevas condiciones de vida de mi interlocutor.
—No había podido darle las gracias por la ayuda que nos presto ese domingo en el hotel —inició la conversación.
—Lo hice con mucho gusto. Pero cuénteme ¿Qué hay de su vida? ¿Cómo anda todo? Su amigo ¿Cómo se encuentra?
—Son varias preguntas —me respondió sonriendo, — pero trataré de responderlas.

«Mi amigo Pablo vive en Centroamérica y hace rato que no conversamos. Yo, como lo puede ver, me encuentro predicando la palabra de Dios, yendo de puerta en puerta distribuyendo literatura bíblica, buscando expandir la fe cristiana por este mundo. Es una labor que me llena se satisfacción y me hace olvidar mi pasado tormentoso.»

—Me alegro que por fin haya encontrado tranquilidad mental, —le dije —es algo muy importante para vivir bien.

—Si, tuve que llorar lagrimas de sangre para hallar el camino. Solo Dios sabe por todo lo que he tenido que pasar —me respondió. —Este esfuerzo evangelizador me llena de satisfacción y hace que mi vida tenga sentido.

—Bueno, me alegra mucho saludarlo y saber que se encuentra bien, —le expresé a manera de despedida y me paré para retirarme.

—Espéreme hombre, no se vaya. Caminemos hasta el parque y conversamos un rato. —Y también se levantó de la mesa—¿O tiene algo que hacer? —me preguntó.

—No, está bien, charlemos —le respondí.

Yo sí tenía una cita en el Centro, pero la curiosidad por conocer lo sucedido pudo más. Nos dirigimos hacia un parque que queda en la Calle 22 con Carrera 17 y nos sentamos en las gradas de la cancha de fútbol.
«Conozco bien este parque, aquí pasé horas pensando en que hacer, viendo como la gente era feliz simplemente jugando futbol o comiéndose un helado, mientras yo sentía nauseas de la vida que llevaba»
—Si le molesta recordar, por mi no hay problema, hablemos de otro tema, —le interrumpí.
—No, ya tengo la suficiente fortaleza para hablar de mi vida pasada sin dolor.

«Cuando Pablo se fue del país, decidí abandonar el mundo de las drogas y el sexo. Pero no, la cosa no era tan fácil, ya estaba enganchado y la ansiedad que me generaba la falta de aventuras, no me permitía concentrarme en el trabajo; faltaba a reuniones importantes y mi aspecto denotaba a una persona que no dormía bien; el síndrome de abstinencia me tenía muy afectado, pero luchaba por mantenerme sobrio. Los documentos que tenía que revisar escasamente los leía y rápidamente los firmaba. No veía la hora en que llegara la hora de salir de ese encierro.»

«En mi hogar las cosas no es que fueran mejor, me la pasaba discutiendo con mi mujer y hasta olvidé que era padre de una niña de 5 años. Un par de veces intenté hablarle y contarle la situación, pero sentí temor al imaginar su reacción. En las discusiones que tuvimos, ella manifestó su convencimiento que yo tenía una amante, hecho que yo nunca desmentí. Empecé a faltar al trabajo, no iba a dormir a la casa. Hasta que decidí renunciar a mi empleo; creo que no me habían despedido antes por consideración con mi familia. Adicionalmente, mi mujer me dejó, se fue para Barranquilla, con nuestra hija. Estaba perdido, no sabía qué hacer.»

«Un festivo en la tarde, deambulando por este sector, cerca al cementerio central, observé un letrero que arrendaba un apartamento en el primer piso de un edificio. Llamé pidiendo información e inmediatamente quedaron de mostrármelo. Bajó la encargada y me abrió la puerta; para mi sorpresa era una travesti, de mediana edad, un poco desarreglada. Examiné el lugar: dos habitaciones con closets, baño, cocina y una pequeña sala. Pero lo que me gusto es que tenía entrada independiente, no tendría que encontrarme con más inquilinos. Estuve de acuerdo con el precio, pero me exigían unos documentos que yo no tenía ninguna intención de entregar.»

—No tengo esos papeles, pero le puedo cancelar seis meses de alquiler por adelantado —le propuse a la administradora.
—Voy a llamar al dueño y le aviso. Espéreme.
Al cabo de un rato regresó y me explicó que habían aceptado mi oferta, siempre y cuando el pago fuera en efectivo. 
—Mañana les traigo el dinero —respondí.
Mientras amoblaba el apartamento, me di cuenta que en los pisos superiores vivían prostitutas trans: era un edifico de travestis. ¡Qué suerte la mía! Pensaba alborozado.»
—Sé dónde queda ese lugar —le comenté.
—¿Lo conoce? —me dijo intrigado.
—Si. He estado allí de visita. Diagonal queda la casa roja, cuya dueña es Ingrid (en la actualidad la propietaria es una travesti costeña, llamada Paola), donde también viven chicas trans.
Mi interlocutor me miró sorprendido y continuo con su relato.

«En este apartamento realizaba los fines de semana tremendas rumbas, con las chicas a quienes les pagaba el día para que me acompañaran en la juerga. Había licor, drogas, comida, música; yo me travestía. Organizábamos concursos, comenzamos a invitar algunos jóvenes del sector, amigos de las chicas. El desenfreno era total. Una vez me hicieron un robo, por lo cual decidí limitar el número de invitados.»

« Ya entrados en gastos, resolví mudarme del todo al apartamento. Esta es la vida que me merezco, la que siempre quise, pensaba en esos momentos. Dormía hasta mediodía, desayunaba cualquier cosa y salía a recorrer el centro de la ciudad vestido de mujer: la séptima, la Candelaria, almorzaba tarde y regresaba al apartamento. Cuando en la noche no había rumba, me dedicaba a fumar mariguana y a ver películas. Los fines de semana no la perdonaba, el viernes empezaba a tomar cerveza desde temprano; mis vecinas ya sabían donde podían beber, bailar y drogarse gratis.»

«Sin embargo, luego de un fin de semana de juerga, llegaba el sentimiento de culpa, de desazón. Me sentaba en este lugar a meditar qué estaba haciendo con mi vida, hacia donde me dirigía. Llegue a pensar en el suicidio, pero soy muy cobarde para tomar ese tipo de decisiones.»

«Hasta que una tarde, un par de adultos mayores se me acercaron y me invitaron a leer pasajes de la Biblia; varios días realizamos esta actividad, hasta que tuve con ellos la suficiente confianza para comentarles acerca de mis problemas con el sexo y las drogas. Uno de estos señores, me refirió parte de su historia de vida y encontramos algunas similitudes. Sentí alivio al escuchar que alguien había podido superar una situación como la mía y salir del agujero en que me encontraba en ese momento. Me invitaron a su iglesia y desde allí quede convertido en uno más de los discípulos de Cristo, en un Testigo de Jehová.»

«Actualmente vivo solo en un modesto apartamento en Teusaquillo e intento difundir la palabra de Dios entre aquellas personas que necesitan ayuda, quienes, como fue mi caso, se encuentran atrapadas por sus oscuras pasiones que los conducen hacia el abismo y sienten que no pueden detenerse.»

En un par de ocasiones encontré nuevamente a Juan por la zona de tolerancia del Santafé, pero luego de un corto saludo, cada uno continuó por su camino. Hace varios años que no lo he vuelto a ver. Stephen King escribió: “Los monstruos son reales, los fantasmas son reales también, viven dentro de nosotros y a veces, ellos ganan”.
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  • Mariatvjose
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