Algo de historia. |
(08-09-2021, 12:44 AM)DonBerna escribió: Señor Quinto Piso, por favor podría ilustrarnos sus experiencias en el bar de travestis que se ubicaba en la calle primera con carrera 24A, Eduardo Santos?Yo recuerdo ese bar de la 24, entré unas cuantas veces, ya se llamaba jacaranda. Era un bar que tenia las escaleras al segundo piso como en la mitad y al rededor estaban las mesas Estuve si no estoy mal con 4 trans de ahí. Nombres no se, nunca me preocupe por eso. El sitio era todo a media luz, no era bonito pero me gustaba mucho ir. Siempre iba en la noche porque me volaba de la universidad y pasaba siempre por ahí. Había una mona de cabello larguísimo y estuve una vez con ella, entramos al cuarto y puso un canal de desfiles, muy rica, no recuerdo muchos detalles pero la pasé muy bien. Una vez al parecer estaba mas oscuro de lo habitual y se me sentó una morena enorme como de 3 metros de alto, delgada y no se veía mal. Tomamos algo y pal cuarto. Una vez allí con luces tenues la clave pero al encender las luces todo cambió, era un negro con peluca, me asuste pero ya estaba casi vestido y comenzó a masturbarse, me cogió de la mano y me decía que me acercara, yo recuerdo que lo único que le decía era que me tenía que ir pero no me soltaba, con una sola mano me tenia agarrado y con la otra se masturbaba. Después se vino y me soltó, me pidió que lo disculpara que era que estaba muy arrecho y solo quería venirse. La vez que mejor la pase fue una noche que iba para donde la que era mi novia, ella vivía en Venecia y salí del trabajo y pase a dar una vuelta al bar. (nada de celulares ni como ubicarme, era perfecto). Era un viernes, creo, entré y habían varias muchas trans ese día pero en una especialmente me centré. Nos vimos y al parecer nos gustamos porque cuando me senté de una se me presentó (como les digo no recuerdo nombres), solo recuerdo que hablamos un poco y nos comenzamos a acercar mucho, cuadramos y nos fuimos a la habitación, esta vez fue en el segundo piso, entramos y nos besamos como si se fuese a acabar el mundo. Nos tocamos por todo lado, el morbo era increíble con esa nena, no tenia casi senos, pero la pasé delicioso. Una vez terminamos me ayudo a "desmaquillarme" porque tenia mucho labial, de ese color fucsia que se pega solo con el deseo. Mientras me ayudaba le pregunte la edad y me evadió el tema. No le puse atención a eso. Al final salí, y ella se quedo en la parte alta de las escaleras, me despedí y se quedo mirándome y me dijo que si de verdad quería saber la edad, le dije que si y me dijo que tenía 16. Yo creo que me puse de todos los colores porque me dijo que si estaba bien, pero la verdad el susto fue algo absurdo y salí corriendo. Era una menor de edad y quien sabe que hubiera podido pasar, pero después reflexioné y asumí que era mentira y que tenia unos 22. Tarde tiempo en volver y ya no la encontré. Luego cerraron el sitio y ni mas, toco aventurar en otros lugares.
Don Berna, visité ese lugar cuando se llamaba Media Luna, en varias ocasiones. Cuando el edificio
del Santafé lo compro Ingrid, como en el 2001, ella solo lo tenía de lugar de alojamiento para algunas trans, que trabajaban en el sector o en el Norte. Algunas atendían en su habitación a clientes de confianza. Quien manejaba este edificio anteriormente, lo apodaban Tabaco, alquiló la casa a media cuadra del lugar, ahora se llama "El bejuco de Tarzán". En ese lugar solo había entrada por el pasillo y en el bar desfilaban las "chicas" y en las habitaciones del fondo se hacían los ratos. Allí conocí a una travesti que iba temprano. No era muy agraciada, pero tenia apariencia de mujer, tanto que la primera vez que estuvimos dude que fuera trans. Esa vieja me pego una encarretada tremenda, porque me practicaba un beso negro espectacular, como nunca me lo han hecho. Y el oral también era delicioso. Lina, así se llamaba, me comentó que solo iba al Santafé temprano por que de noche trabajaba en la 1 con 24. Un sábado me dijo que si la llevaba hasta ese lugar; accedí y llegamos allá como a las 7 de la noche. Me invitó a entrar, yo estaba muy desconfiado y no había cerca parqueadero; sin embargo en la bomba de gasolina contigua, me dejaron parquear y me decidí. Entramos, recuerdo que el establecimiento tenía un bombillo rojo a la entrada. Lina me presento a la administradora, una trans veterana y nos sentamos en una mesa; el lugar estaba solitario, a pesar de ser fin de semana, según me dijeron por la hora. Tuve que pedir media de ron Caldas para poder sentarnos. Mientras Lina subía al segundo piso a cambiarse, yo analice el lugar. En el primer piso era salón grande, con varias mesas, sillas y un par de parlantes con música, para las parejas que quisieran bailar; en un cuarto del fondo quedaba el bar, una travesti atendía y cobraba; otras, unas cuatro estaban sentadas, esperando clientela. Cuando bajo Lina, mezclamos el ron con Coca Cola, charlamos, bailamos un rato y como iba conduciendo, tome muy poco. Ella se tomó casi todo el licor y cuando se acabó, yo me despedí para irme. De dijo que como así, que subiéramos a su habitación; yo le respondí que ya habíamos estado más temprano, que ya no tenia ganas. Yo te hago dar ganas, me susurró. La escalera quedaba en la mitad del patio y en el segundo piso quedaban las habitaciones a lado y lado del pasillo. Su habitación, quedaba al fondo, con ventana a la parte posterior de la casa. El interior del cuarto olía limpio, era sencillo pero estaba bien decorado. Recuerdo que la cama tenia alrededor un velo y un techo, soportado por unos parales; Lina me comentó, muy orgullosa que ella misma la había construido y que allí solo llevaba clientes "muy especiales". Como siempre el beso negro fue espectacular, mamada, culiada, conversación y despedida. Cuando bajamos, ya estaba la rumba encendida, unas parejas bailaban, otras se besaban y acariciaban, a media luz no se podía apreciar mucho; el lugar me pareció agradable. Eran como las 10 p. m., le di unos pesos al dependiente de la bomba y para la casita. Este mismo programa lo repetí algunas veces más. Dejé de ir porque Lina, parece que se fue de la ciudad. Hace unos 5 años, me la encontré en el Centro y me comentó que estaba viviendo en Soacha, allí había comprado una casa, tenía una salón de belleza y ya no se prostituía. La acompañé hasta la Calle 19 con Carrera 13, a tomar el bus para Soacha y nos despedimos. En la casa donde esta ahora Justo&Bueno quedaba Media Luna, por supuesto la casa era muy vieja. Buen lugar ese. https://www.google.com/maps/place/Cl.+1+...74.0978915
Estimado señor quinto piso, gracias por el relato, solamente debo corregirlo en que noches de media luna quedaba donde ahora está un edificio al lado de taxi estrella
(17-09-2021, 03:36 PM)DonBerna escribió: Estimado señor quinto piso, gracias por el relato, solamente debo corregirlo en que noches de media luna quedaba donde ahora está un edificio al lado de taxi estrella Si señor tiene toda la razón. Este es el lugar: https://www.google.com/maps/place/Cl.+1+...74.0978915 El tiempo hace fallar la memoria.
Yo seguí asistiendo a aquella casa de trans, sobre todo los fines de semana, porque en el Centro de Bogotá no había más y me hice buen cliente de Sofi. Por esa época, finales de los 80´s, tener sexo con una transgénero era poco menos que un delito, era una actividad que se realizaba de forma clandestina, resguardado por la oscuridad de la noche. En este lugar, ubicado cerca a la U Jorge Tadeo Lozano, tenían un “campanero” que cuando se acercaba la policía oprimía un botón que simulaba un timbre, se encendía un bombillo rojo en el bar y las “chicas” salían a esconderse en el zarzo, le bajan el volumen a la música y prendían las luces. Los policías nos pedían documentos y buscaban a las trans, pero afortunadamente, que yo supiera, nunca pudieron ubicar el escondite. Terminada la requisa, se iban del lugar refunfuñando, porque ellos sabían lo que se hacia allí, pero no tenían pruebas para sellar el establecimiento o encarcelar a las “meretrices”. Una noche, un teniente furioso porque no encontró a las chicas, llamó un camión para según él “meternos al calabozo por degenerados”; sin embargo, el dichoso camión no llegó y nos dejaron ir. Pasado el susto, desde esa noche prometí no volver es ese lugar. Tiempo después supe que el negocio dejó de existir y demolieron la casa.
Deambulaba los fines de semana por el sector, buscando un buen lugar para comer trans. En la Calle 24 con Carrera 12 existía un lugar llamado Picis&Géminis, que tenía entrada por la calle y por la carrera. El negocio ocupaba casi toda la manzana, había dos ambientes: uno con música americana y el otro de música bailable, pero la clientela estaba compuesta de hombres gay, únicamente aceptaban a los travestis que hacían los shows, en los que imitaban a una cantante del momento. https://www.google.com/maps/place/Centro...dfY2VudGVy También recuerdo otros lugares: El arlequín, Calle 23 con Carrera 5; La Tasca Santamaría, Calle 23 Carrera 6; La Pantera Roja, Avenida Caracas con Calle 32. Básicamente eran bares, muy discretos y sencillos, en los que no aceptaban “travestis”, como les decían a las transgeneristas, porque las consideraban putas, drogadictas y ladronas. Si los homosexuales eran discriminados, las chicas transgénero ocupaban el ultimo lugar en la escalera de los indeseables. Estos lugares de reunión de personas homosexuales se conocían por el voz a voz, no tenían publicidad ni avisos. Existe una novela de Fernando Vallejo “El fuego secreto” que describe con cierto detalle la vida nocturna en los bares gay de ese tiempo. Me enteré que en la Calle 23, entre carrera 12 y 13, estaban surgiendo establecimientos para la rumba de las travestis. Esta calle era famosa por lugares como la Taberna del Abuelo, La Pipa de mi Papa, el Rincón de la Sonora, con diversión heterosexual. Allí se camuflaban estos nuevos sitios, pienso yo, porque en la Calle 23 con Carrera 12, existía un edificio, en el que les alquilaban apartamentos a las transgéneros, sin muchos requisitos. No eran residencias, entonces podían cocinar y tener sus mascotas, algo muy importante para ellas, pues eran su única compañía. El inconveniente consistía en que tenían que pagar la mensualidad por anticipado, no eran pagadiarios, lo que les significa ahorrar antes de poder pasarse a vivir al edificio. Todavía este lugar alquila habitaciones, aunque los huéspedes son poco recomendables. https://www.google.com/maps/place/Centro...dfY2VudGVy En las tabernas donde dejaban ingresar trans, se podía bailar, había espectáculos de fonomímica, reinados; si uno se levantaba una travesti, podía ir con ella a su habitación o a los hoteles que quedaban por la misma calle 23, llegando a la Avenida Caracas, enseguida de las antiguas instalaciones de Telecom. Muchas de ellas llegaban pasada la medianoche, luego de trabajar en el sector del Bolívar Bolo Club, Calle 25 con Avenida Caracas; por esa zona había unas residencias presentables, donde dejaban ingresas transgeneristas, Residencias el Bolo. Sin embargo, por estos lados de la bolera, la persecución de la policía hacia las trans seguía implacable: las insultaban, las golpeaban, luego las subían a un camión y para la quinta estación, 24 horas. No hay que desconocer, que algunas robaban a los borrachitos que salían del Bolívar Bolo Club y por esto era que se realizaban las batidas contra ellas. En este edificio ubicado en la 23 vivían también muchas trans. Allí a la entrada fue donde se propino Fresita el golpe en la cabeza que la mató. https://www.google.com/maps/place/Centro...dfY2VudGVy En ese sector me tocó vivir el toque de queda y la ley seca impuesta por los asesinatos de José Antequera, Luis Carlos Galán (1989) y Carlos Pizarro León Gómez (1990). El ejercito llegaba, ordenaba prender las luces, suspender la música, pagar las cuentas y todo mundo para sus casitas. La ley seca y el toque de queda regían desde la media noche, pero en una de esas ocasiones, me entretuve comiendo, me dieron las 11 y 30 y no alcanzaba a llegar a mi casa, me tocó pagarle a una travesti, para que me diera posada por toda la noche o de lo contrario me arrestaban. ¡Que susto tan HP! La situación de la población Gay mejoró con la firma de la Constitución de 1991, aun cuando los transgeneristas seguían siendo tratadas como escoria por las autoridades y por la población en general.
Ni idea de muchos de esos lugares. No faltaba el distraído que terminara en uno de esos.
Durante la pandemia estuve viendo “Pablo Escobar, el patrón del mal” y decidí releer el libro La parábola de Pablo, el cual sirvió de base para esta serie. Hay un parte en la que Alonso Salazar, el autor, comenta que en un siquiatra de Medicina Legal de Medellín “aprovechando la cosecha de bandidos, hizo estudios sistemáticos de las características y encontró que eran en su mayoría edípicos, sin sentido de las normas, lejanos de la culpa y el asco. Y los definió como sociópatas. Personas que incluso tienen una fisiología diferente a la del común de los mortales: ritmo cardíaco y pulso lentos, parpadeo escaso que les permite permanecer impávidos ante el peligro y la crueldad, y ambiguos en su definición sexual. Estos guerreros a veces buscaban jóvenes, a veces buscaban en los travestis placeres no conocidos y luego, con la hombría en plena resurrección, los mataban por «locas hijueputas». Por eso se le escuchaba a Pablo decir en broma que si echaba a los maricas de su oficina, tendría que echar a la mitad de sus hombres”. (Página 119). A raíz de este párrafo del libro, recordé una historia que viví hace unos 15 años y que quiero compartir con ustedes.
Una tarde en el bar del Santafé contiguo al edificio de Ingrid, me encontraba en la barra hablando con el administrador cuando una trans morena, alta, tetona, me pregunta si la invito a un trago, le dije que sí; se lo tomó y salió. Al rato regresó y me solicitó otro trago, no tuve problema en gastárselo. La situación se repitió varias veces, hasta que ya entrada la noche, se sentó a mi lado y empezamos a conversar. Yo me tomé una cerveza y para ella pedí un cuarto de guaro. Ya entrados en confianza, negociamos el rato y salimos para una de las residencias que quedan por la calle 20, cerca a la Caracas. Cuando nos desnudamos en la habitación, la atracción fue mutua: quede sorprendido por el cuerpo, alto, bien tonificado, vientre plano, tetas y culo firmes sin ser de tamaño exagerado, y la verga, negra, ya la tenía parada. Según sus comentarios también le parecí atractivo. Empecé a chuparle las tetas, las orejas, la verga, ella jadeaba y me oprimía con sus muslos, hasta casi ahogarme. Cuando le besaba la boca, me cogía del cabello para que bajara y le siguiera mamando la verga, de un momento a otro me grita: me voy a venir y yo apenas alcancé a retirar la cara, cuando suelta ese chorro que le alcanzó a mojar las tetas, su cuerpo se estremecía y gritaba frases incoherentes. Cuando terminó su orgasmo, empezó a reírse y tragarse su propio semen, que recogía del pecho con sus dedos; estaba despeinada y sudorosa, pero seguía siendo muy atractiva. Pasado un rato se levantó y se fue para la ducha. Tocaron la puerta, anunciando que el tiempo se había terminado. Me estaba vistiendo cuando Juliana, ese era su nombre, sale de la ducha y me pregunta ¿Para dónde vas? Le respondí que ya habían tocado la puerta y ella risueña me dice —pues paga otro rato—. Yo la miré sorprendido, si ella ya había terminado, ¿Para qué quería continuar?, pensé. Sin embargo, pagué el adicional. Una vez cerré la puerta, ya la tenia a mi espalda, abrazándome, besándome la nuca y acariciando mi verga. Cuando ya la tenía bien parada, me dio la vuelta, me sentó en la cama, me quitó los pantalones y empezó a pegarme una soberana mamada. Luego, me levantó las piernas y me empezó a chupar el culo, mientras yo me masturbaba. Cuando yo iba a eyacular, se detuvo, sacó lubricante de su cartera, se lo aplicó en el ano, me colocó un condón de los que yo traía, se puso encima y empezó a cabalgar sobre mi verga; por momentos se acostaba o giraba dándome la espalda, para que pudiera ver como su culo devoraba mi verga. Se sentaba tan fuerte, que los testículos me empezaron a doler; le pedí que parara y cambiamos a borde cama. La clave con tanta fuerza, que el condón se rompió, afortunadamente alcancé a sentirlo y cambié el preservativo. Cuando ya me iba a venir, observé que estaba erecta otra vez, lo cual me estimulo aun más y eyaculé dando un gemido y hundiendo mi verga hasta el fondo; ahora el sudoroso ella yo. Me duché, me recosté y charlamos un rato. Intempestivamente me espetó: —Tengamos algo—, no comprendí y le pregunté —¿Eso qué significa?—. ¡Pues que seamos novios, amantes! —Me contestó. No le puse mucha atención, pensé que el licor estaba cumpliendo su deber, ya que se encontraba bien prendida; no conteste, más bien me vestí, le cancelé lo acordado, más la propina y salimos de la habitación. Antes de llegar al bar, ella me pregunto que si ya me iba, le manifesté que no, que deseaba tomarme una cerveza, —voy a seguir trabajando, hablamos—me respondió. Entre al bar y ella siguió de largo. Continuara...
Eran cerca de la 9 de la noche de ese sábado, el bar estaba a reventar, con la música de la Rockola a todo volumen, ese no es mi ambiente, así que decidí irme. Cuando iba por la esquina hacia la calle 22, me encontré con Juliana, me despedí, pero ella me propuso que conversáramos un rato más; le expliqué que en el parqueadero tenía servicio hasta las, 10 p. m. Pero seguía insistiendo, hasta que le dije —está bien, voy cambiar de parqueadero, espérame—, a lo que me respondió —tu no vuelves—; luego de pensarlo un rato, lo decidí —está bien, cámbiate de ropa, te espero y me acompañas— murmuré. La chica fue hasta su habitación en el edificio y regresó vestida con tenis, un abrigo y un gorro de lana, el cambio fue brutal, porque andaba casi empelota; de todas formas, se le notaban las curvas debajo del abrigo y sus facciones seguían siendo muy agradables, pese a la hora. Saqué el auto y lo estacioné en el parqueadero del Club Nocturno La Piscina, que prestaba el servicio 24 horas.
Cuando regresamos a la zona de los bares de las trans, le comenté que buscáramos un lugar más tranquilo; ella me convidó a uno que quedaba casi llegando a la avenida 19, enseguida del Bejuco de Tarzán; el lugar tenía poca clientela y contaba con un mezanine, que estaba desocupado y a media luz. Pedimos media de guaro, unos jugos de pasante y subimos. Charlamos, me comentó algo de su vida, hacia una semana había llegado de Medellín y pensaba quedarse un tiempo gestionando el pasaporte, para viajar a Europa. Me comentó que yo le gustaba porque la trataba bien, con respeto, “en este trabajo los manes piensan que porque pagan, la pueden maltratar a una” me comentó. Sonó un vallenato que a ella le gustaba y me invitó a bailar; al rato nos estábamos besando de manera apasionada. Cuando terminó la canción nos sentamos, ya los dos ya estábamos con parola (esa es una situación agradable con las trans: uno sabe rápido cuando están arrechas). Principié a acariciarle las piernas por encima del abrigo, cuando me di cuenta que debajo solo llevaba una tanga y que tenía la verga como si le fuera a estallar. No me aguanté, me arrodille en el piso y empecé a mamársela, primero con temor de que alguien se diera cuenta, pero luego con más confianza. Olía rico, a un buen perfume, se notaba que era aseada. Luego cambiamos, ella me bajó la cremallera y se inclinó sobre mis piernas y empezó a chuparme la verga. Así, entre charla, baile, caricias, besos y uno que otro trago, se pasó el tiempo; de pronto apagaron la música, prendieron las luces y el barman gritó que ya iban a cerrar, eran cerca de la 12 p. m. Bajamos, pagué la cuenta y la mesera (una trans) me miró como diciéndome ¿Cuánto me va a dar por no dejar subir a nadie? Le di una buena propina, porque nos sirvió de cómplice. Ya en la calle, Juliana me invitó a que pasáramos juntos la noche. —¿En qué lugar? Pregunté. —En mi habitación, respondió. Llegamos al edificio, ella golpeó y salió la portera, quien afirmo que le tenían prohibido dejar “entrar hombres a los cuartos de las maricas”. Aunque mi acompañante le rogó y le dijo que yo no era un cliente sino su marido, Zorayda, que así se llamaba la portera, seguía sin abrir la puerta. Saqué un billete y se lo ofrecí, ella lo miró y nos dejó pasar (el dinero abre piernas y cierra bocas), no sin antes advertirnos que nada de escándalos, porque Ingrid, la madre, la despedía. Una vez en la habitación, Juliana me preguntó que quería hacer, le respondí que no sabía, que propusiera. Ella acerca su cara a la mía y me susurró —te quiero penetrar; he sido versátil, sin embargo con ella me sentí bastante intimidado; no era porque tuviera la verga muy grande, sino por que era alta, de hombros anchos, manos fuertes y temía una penetración dolorosa. Ella pareció leer mis pensamientos y me prometió que sería cuidadosa, que la complaciera, que me lo sabría recompensar. Con la arrechera a flor de piel accedí y nos desnudamos, apagamos la luz y solo quedamos con los reflectores de la calle, que pasaban a través de la ventana, con la cortina abierta. Empezamos a besarnos, ella me empezó a acariciar el culo, mientras me daba unos besos con lengua espectaculares. Se colocó arriba de mi e inicio besándome las orejas, las tetillas, el ombligo y cuando llegó a mi verga, yo estaba lubricando; me chupó las güevas, me pasó la lengua por el perineo, un poco más y eyaculo. En ese momento, me dio suavemente la vuelta y quede boca abajo, se acostó sobre y me besaba la espalda, mientras refregaba su pene endurecido. Poco a poco fue bajando y empezó morderme las nalgas, yo las apretaba por puro instinto, —relájate y abre las piernas— me pedía. Cuando sentí su lengua entrando en mi culo, me acorde de la recomendación de la portera, de no hacer escándalo, que sensación tan placentera; después colocó las almohadas debajo de mi estomago y empezó a chuparme el culo con fuerza. Luego de un buen rato, se levantó, sacó lubricante de su cartera y yo le pasé mis condones; se acostó encima mío e inició la penetración con tanta suavidad, que no sentí nada hasta que dijo —ya te entró todo— y empezó a moverse lentamente. Al principio sentí un poco de dolor, pero poco a poco fui dilatando y ella empezó a menearse de tal manera que el placer iba en incremento, hasta llegar a un punto en que lo único que quería era derramarme; sin embargo, ella me pedía que me aguantara. Me puso boca arriba, sin sacármela y me empezó a follar en pollo asado, al tiempo que me daba unos besos apasionados. Luego se acostó y me jaló de los brazos, de tal forma que quedé encima, ella se movía mientras me masturbaba, cuando le dije que me venía levanto la cabeza, abrió la boca y recibió todo mi semen en su cara. Al instante también eyaculó, sentí las convulsiones de su verga dentro de mi culo y sus gemidos de placer; caímos rendidos. Al rato sacó unos pañitos de la mesita de noche, nos limpiamos y descasamos un poco. Esa madrugada, iniciamos una larga e intensa relación. Continuara.....
(25-04-2021, 11:58 PM)QuintoPiso escribió: Este es lugar don de quedaba El Manicomio. Era la casa amarilla de puertas rojas. En la casa esquinera quedaba una cigarrería. El sector estaba lleno de residencias, que han sido demolidas. https://www.google.com/maps/@4.6083313,-...6656?hl=es Ese relato que dio el parcero quintopiso, me hace acordar de Mario Mendoza, tiene la misma forma de escribir. Muy buen relato. |
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