Algo de historia. |
En la casa gris de mitad de cuadra al fondo, vivía Fresita.
https://www.google.com/maps/@4.6088626,-...6656?hl=es A partir de ese día nos seguimos viendo seguido con Fresita; yo pasaba a la peluquería donde ella trabajaba de día a que me cortara el cabello, gratis por su supuesto. Los domingos íbamos a cine, teníamos una afición común por las películas de acción: espionaje, vaqueros; en el centro existían teatros que presentaban dos películas, eran rotativos y económicos: La Carrera, el Mogador, el Faenza, el Lux. Otras veces recorríamos el Parque Nacional, que tenía una Ciudad de Hierro (la versión antigua de Salitre Mágico). Otras veces íbamos a rumbear a una discoteca gay que quedaba en la 23 con séptima. Ella fue quien me enseñó a bailar: merengue, que estaba de moda, música disco y house, pues yo como buen paisa, a duras penas movía los pies. Normalmente siempre terminábamos la jornada en su habitación, teniendo sexo. Y luego cada uno a continuar con su vida, en busca de sus metas. La mía era graduarme, la de ella volver a su pueblo y abrir nuevamente su peluquería. Fresita era oriunda de Granada (Meta), hacía seis meses que de allí había salido amenazada por la guerrilla, porque era novia de un policía y le habían advertido que terminara esa relación. En el pueblo tenía un Salón de Belleza y según me comentó le iba bien; pero unos días le rompían los vidrios, otros le pintaban las puertas; las amenazas continuaron, hasta que los padres la convencieron de que se fuera del pueblo, por una temporada. Se vino para Bogotá con 18 años, porque el dueño de la peluquería donde trabajaba era amigo de una trans conocida. Empezó a prostituirse por que se dio cuenta que era un buen negocio: en una noche podía hacer el dinero que recogía en una semana de trabajo en la peluquería. Era juiciosa, ya no tenía vicios, no bebía, solo tenía un problema: sufría de insomnio y de pesadillas, que se le habían incrementado por que en Granada consumió cocaína desde muy niña y esta fue la principal razón para dejar de drogarse, por recomendación médica, y le formularon somníferos, pero a veces abusaba de ellos: en ocasiones llegaba a dormir hasta 24 horas seguidas. En las residencias celebraban cumpleaños, algunas veces yo participaba. Allí conocí apodos que se colocaban entre ellas: terremoto, trípode (por lo de las tres patas), la crespa, la paisa, la pastusa (aunque en realidad era ecuatoriana). Utilizaban nombre de cantantes y actrices de la época: Pinina, Amanda, Valeria, Yuri. A los clientes también le colocaban apodos: el señor barriga, el lechero (les pagaba solo por eyacular en su cara), el profeta (le leía las cartas), la tía (les pagaba para que la vistieran de mujer y fueran con ella de compras, a almorzar, a cine), etc. Hubo un cumpleaños, de la paisa creo, y me invitaron. Sirvieron ponqué, plato frío y bailamos un rato. Yo siempre he sido muy flojo para el trago, y ese día se me acumularon los trasnochos en la U y me sentí mareado. Le pedía a Fresita que me prestara la cama para dormir un rato mientras ellas terminaban el jolgorio. Caí como piedra en pozo. No se cuanto tiempo trascurrió, lo cierto es que me desperté porque me estaban abrazando por la espalda, besando el cuello, las orejas. Era Fresita, sentía su respiración en mis orejas y su miembro restregándose en mis nalgas. Pasada la sorpresa, yo también me excite e intente voltearme para besarla. Pero ella no quiso, me colocó boca abajo y no paraba de frotar su verga en mi culo y besarme, me decía al oído que quería metérmelo. Yo estaba un poco sorprendido porque siempre yo había activo. Me desnudo lentamente y me besaba la espalda, murmurándome que de esa noche no pasaba. Cuando llega a mis nalgas y me las empezó a besar, sentí un corrientazo por toda la columna vertebral, una sensación que nunca haba experimentado. Ella se desnudo rápidamente y me dijo que abriera las piernas y que levantara la cola. Me coloco saliva en el ano e intento metérmelo, yo sentí un dolor el hijueputa y apretaba las nalgas; después de luchar un buen rato se dio cuenta que así no me podría penetrar. Me dijo que me pusiera de rodillas y empezó a besarme el culo; que sensación tan HP de agradable. Yo apenas murmuraba que rico; luego de un buen rato, me introdujo un dedo, mientras me lo mamaba. De un momento a otra cuando yo me iba a venir, ella se puso de rodillas, me cogía la cadera con sus manos y empezó a meterme la verga. Esta vez si lo consiguió; al principio sentí fastidio y un poco de dolor, ella se dio cuenta y empezó a masturbarme y ha decirme frases cariñosas, que papito que culo tan rico, y cosas así, que terminaron por excitarme y olvidarme del dolor. Me coloco, de lado, boca arriba, boca abajo, ella de pie y yo en la cama, me hizo colocar encima de ella y me lo metía mientras me masturbaba. Me dijo que nos viniéramos al tiempo y levanto las caderas un poco y empezó a chupármelo mientras me lo seguía metiendo. Yo me derrame en su boca y ella en mi culo. ¡Que eyaculación tan HP la que tuve! Creo que ha sido uno de los mejores orgasmos de mi vida. Quedamos exhaustos uno al lado del otro. Mire el reloj: apenas eran las 9 de la noche. Esa noche por primera vez, pasamos juntos la noche. Tuvimos sexo varias veces hasta que nos dormimos. Cuando me desperté ya pasaba el mediodía, pero Fresita seguía profunda, creo que se había tomado una “pepa” como ella llamaba a las pastillas para dormir. Con el tiempo supe que ella consumía secobarbiltal, diazepam, mogadon, metacualona, mandrax, etc. Las cuales compraba en San Victorino, que por esos tiempos se llamaba Galerías Nariño. Según he leído, esas pastillas generan una adicción muy fuerte y solo las venden con fórmula médica, porque son medicamentos controlados, o se consiguen en el mercado negro. Nuestra relación duro cerca de dos años, lo que más me impresiona ahora al recordar esta historia, es que nunca tuvimos una discusión o un altercado, siempre respetamos nuestro espacio, nada de imposiciones o escenas de celos, tan comunes con las trans. Pienso que la razón era que los dos estábamos contentos con la situación: yo, porque tenía sexo del bueno, no existía el peligro del embarazo (algo a lo que siempre le tuve pánico), un compañía alegre y bonita y no necesitaba dinero. Ella porque tenía un novio joven, educado, fiel (muy importante, según me comentó) y culiador, porque eso sí, yo no desperdiciaba un momento: en los teatros, en el parque, en el hotel, en la mañana, en la tarde. Una noche recuerdo, nos hicieron un escándalo en un teatro, porque ella me estaba haciendo un oral, cuando paso el acomodador, con una linterna y no nos dimos cuenta. Tuvimos que irnos del teatro; luego recordábamos ese episodio y nos meabamos de la risa. ¡Que época tan maravillosa! ¡Solo tengo recuerdos agradables de Fresita! En unas vacaciones de mitad de año, viaje a Medellín y permanecí allí los dos meses completos, porque conseguí un trabajo temporal. Cuando yo iba a la casa, acostumbraba a llamarla al teléfono de la residencia o de la peluquería, desde una oficina de Telecom, en donde las llamadas de Larga Distancia (así se llamaban) eran más económicas. De un momento a otro me empezaron a contestar que no estaba, que no había ido a trabajar, que se había ido del hotel. Yo reflexioné y me dije: tranquilo, debe estar visitando a los padres en Granada y no me ha podido avisar. Cuando regresé a Bogotá, fui hasta la residencia y Pinina, con la cual eran muy amigas, me dijo que Fresita se había ido para España, con otra dos trans, a probar fortuna. Que llevaba un tiempo planeando el viaje y que no había querido avisarme, por que odiaba las despedidas y solo pensaba demorarse máximo dos años. Fue una sorpresa para mí, aunque la verdad siempre pensé que algún día tenía que terminar esa relación, ya fuera porque ella regresara a su tierra, porque yo me graduara y a trabajar donde resultara empleo o porque se consiguiera otro. De cualquier manera, siempre pensaba: a disfrutar mientras dure. Transcurrió un buen tiempo para que volviera a ver a Fresita.
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• AlexBogota, FRAPAC, Geralt de rivia 3, Jpar2, Lord Raven, MedellinEnHD, pe22cm
Estamos pleno mundial de fútbol de 1986, es sábado y me dirijo a la Terraza Pasteur, un centro comercial ubicado en la Carrera 7 con calle 24, allí presentaban los mejores partidos en pantalla grande. En toda la entrada principal veo un grupo de muchachos que rodean a una mujer alta, con un vestido ajustado, en tacones, de una piel blanquísima una cabellera negra crespa; inmediatamente reconozco ese cuerpo, me adelanto y la miro de frente, ¡Fresita!, se colocó implantes en las nalgas y en las tetas, quedo espectacular. Los muchachos, todos menores gays que se prostituyen en las escalinatas del centro comercial, no paran de reírse con ademanes exagerados. Ella me ve y me reconoce, no saludamos de beso y subimos por la 24, ante la protesta de sus admiradores. Me cuenta que llegó de Europa hace un par de meses, que piensa quedarse un tiempo, visitar la familia y regresar a España, para trabajar unos años más y retirarse a montar su salón de belleza. Vamos hasta el Manicomio y nos tomamos un par de frías. Yo llevaba un tiempo sin ir al sector, por asuntos de trabajo, pero todo continuaba igual, travestís por toda la zona, la policía que algunas veces realiza batidas, Fresita que hace ratos, la clientela ha aumentado y ya existen más bares. Cuando empieza a oscurecer, me pregunta que si la acompaño a su apartamento, para cambiarse e ir a trabajar al Norte.
Bajamos por toda la 24, llegamos a la carrera 13a y doblamos hacia el sur. Ella esta viviendo en un edificio de varios pisos ubicado frente a las antiguas instalaciones de Telecom; entramos al apartamento, pequeño, pero bien organizado. Yo que cierro la puerta y ella ya me tenia abrazado por la espalda, restregándome su verga en mis nalgas, que erección la que tenía, yo ahí mismo me volteé y empecé a besarla, la boca, el cuello, le bajé le vestido y seguí con las tetas, que enormes eran. Nos desnudamos y continuamos en la cama. Yo había olvidado lo que era chupar una verga, ese día lo hice como ella me había enseñado, no paraba de gemir. De pronto se paro prendió la luz, me aplico vaselina en el culo y me dijo que me pusiera boca abajo; en ese momento se me paso la arrechera, le comenté que sin condón ni por el putas. Ella me susurraba que no fuera así, que ella me había pensado mucho, que la dejara penetrarme así. Fui tan convincente en mi negativa, que no tuvo más remedio que vestirse e ir al apartamento contiguo, para que una amiga le prestara una caja de condones. Ahí si quien dijo miedo: hubo oral, 69, besos negros, penetración mutua, eyaculaciones, descanso y vuelva y empiece. Recuerdo que, en el primer piso del edificio, existía una venta de emparedados de jamón de cordero, La Galleguita. Yo bajé compre sándwich, gaseosa y unas cervezas en lata. Ese día amanecimos entre risas, sexo y charla. La noté mucho más activa que de costumbre y se lo manifesté; me contesto que sí, que ahora solo era pasiva cuando le pagaban, que disfrutaba más el rol activo. Qué por ejemplo, los muchachos con los que estaba en el Centro Comercial, ella los penetraba a todos y sin condón. Ese comentario prendió una alarma en mi interior y me bajo los ánimos, porque por esos días, yo había leído en los periódicos que los primeros casos de contagio por VIH detectados en Colombia, se habían presentado allí, un lugar muy famoso en Bogotá, por ser el epicentro de la prostitución de adolescentes. Mis temores no eran infundados. Hace unos años llegó a mis manos un articulo de investigación del SIDA en Colombia, el cual mencionaba que, en los sitios de rumba Gay en el Centro de Bogotá, se documentaron los primeros casos de VIH: un pintor famoso y un miembro de la farándula criolla. Valga decir que desde que supe del Sida, siempre cargo una caja de condones, así sea con mi novia, no lo meto sin condón y me menos dejármelo meter a pelo. Ese domingo Fresita me propuso que me quedara, que viéramos TV y que culiaramos, se le notaba la alegría del reencuentro. Un programa muy tentador, pero yo ya estaba temeroso y le mentí diciéndole que otro día, porque tenía mucho trabajo pendiente. Me despedí, no sin antes preguntarle por las cicatrices que tenía en sus rodillas: me explicó que eran por las caídas cuando se metía sus “peperas”, parece que su adicción iba en aumento. Esa noche dormí muy poco, no sabía que hacer: Fresita me fascinaba, culiaba como los dioses, era buena persona, por la forma como vivía se notaba que le iba bien económicamente, había quedado hermosa con las cirugías, vistiéndose menos llamativa, pasaría por mujer en cualquier lugar. ¡Que más se le podía pedir a la vida! Yo ya estaba trabajando, pero no ganaba lo suficiente para conseguirme una trans o una novia tan linda y tan buen polvo. Pero, por otro lado, eso de andar metiéndole la verga a cuando pelado se encontraba en la calle me hacía desistir de seguir con ella. Y el mayor temor era conmigo: que tal que alguna noche, debido a la arrechera, me dejara penetrar sin condón o recibiera su semen en mi boca. El riesgo era muy alto, porque en esa época SIDA era sinónimo de muerte, no existía tratamiento ni cura. Luego de largas horas de meditación y dubitaciones, decidí no volver a ver a Fresita. Mirando retrospectivamente la situación, con 25 años y las hormonas en su furor, fue una decisión muy, pero muy difícil. Yo trabajaba en una empresa que tenía su sede en Teusaquillo y vivía en un apartamento en la urbanización Usatama, 26 con 30, así que deje de ir al centro una buena temporada. Ese año en la oficina realizaron la fiesta de diciembre y me tomé unos vinos; siempre he sido una gueva para beber y quede prendido. En esas condiciones y siendo aun temprano, tomé un taxi y me fui para la 24 con 4, al Manicomio. Allí tenían una grabadora a todo volumen y estaban bailando las travestis y algunos clientes; pedí una cerveza. Ya me iba, porque el ambiente se estaba poniendo muy pesado, cuando se me acerca Pinina, una trans vieja conocida y me saluda. Le ofrecí algo de beber y me dijo que más bien la invitara a comer, que tenía que contarme algo. Yo también tenía hambre y fuimos a un restaurante chino en la calle 23 con 7. Cenando me soltó la noticia: hacia un mes Fresita había muerto. De Sida le pregunte con temor. No, me respondió, riendo. Se mató de un golpe en la cabeza. Resulta que en el edificio de apartamentos donde ella vivía, en el zaguán de la entrada, de noche guardaban un carro de acero en el que vendían la comida chatarra de la época: perros calientes, con papa fritas, jamón y queso. Una madrugada llego Fresita en una “pepera” que no se podía tener en pie, tropezó o se enredo en los zapatos por la oscuridad y se fue de bruces contra el carrito, se golpeo en la cabeza y murió instantáneamente. La administradora del edificio solo se dio cuenta en la mañana, cuando iba a sacar su perro a hacer sus necesidades. Tuvieron que realizar una colecta para velarla y enterrarla, porque ninguna de sus amigas conocían a su familia. Triste el final para una transgénero hermosa. Ella me enseño las dos cosas que más me han servido para disfrutar la vida: CULIAR Y BAILAR, en ese orden.
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• Abraxas, AlexBogota, FRAPAC, Jpar2, Lord Raven, mimaorlo, pe22cm
Mi hermano, gracias por compartir...que buen contenido le estas dando al foro.
Saludos Srm
(18-05-2021, 03:11 AM)QuintoPiso escribió: Estamos pleno mundial de fútbol de 1986, es sábado y me dirijo a la Terraza Pasteur, un centro comercial ubicado en la Carrera 7 con calle 24, allí presentaban los mejores partidos en pantalla grande. En toda la entrada principal veo un grupo de muchachos que rodean a una mujer alta, con un vestido ajustado, en tacones, de una piel blanquísima una cabellera negra crespa; inmediatamente reconozco ese cuerpo, me adelanto y la miro de frente, ¡Fresita!, se colocó implantes en las nalgas y en las tetas, quedo espectacular. Los muchachos, todos menores gays que se prostituyen en las escalinatas del centro comercial, no paran de reírse con ademanes exagerados. Ella me ve y me reconoce, no saludamos de beso y subimos por la 24, ante la protesta de sus admiradores. Me cuenta que llegó de Europa hace un par de meses, que piensa quedarse un tiempo, visitar la familia y regresar a España, para trabajar unos años más y retirarse a montar su salón de belleza. Vamos hasta el Manicomio y nos tomamos un par de frías. Yo llevaba un tiempo sin ir al sector, por asuntos de trabajo, pero todo continuaba igual, travestís por toda la zona, la policía que algunas veces realiza batidas, Fresita que hace ratos, la clientela ha aumentado y ya existen más bares. Cuando empieza a oscurecer, me pregunta que si la acompaño a su apartamento, para cambiarse e ir a trabajar al Norte. Muy buena historia, don Quinto Piso. Lástima el final, pero bueno, así es la vida.
Los primeros recuerdos que tengo de los sitios de transgeneristas, vienen de principios los años 80, del centro de Bogotá, un sector comprendido entre las calles 20 y 24, y las carreras 4ª a 7ª, pero era principalmente en la calle 24 en donde se ubicaban las “locas” como las denominaban coloquialmente la gente. Existían algunos bares gais, pero eran solo para “hombres”, nada de trans. Recuerdo que en uno de estos establecimientos había un letrero a la entrada que decía: “SE PROHIBE LA ENTRADA DE TAVESTIS”; hasta en la misma comunidad gay eran discriminados. Ya en mis últimos años de estudiante universitario deambulaba por el sector los fines de semana, con el ánimo de curiosear. Para un joven provinciano este ambiente era desconocido e intrigante. Un par veces ingrese al bar de apariencia más agradable, El Arlequín, localizado en la calle con 5ª con 23, tenía cortinas de terciopelo rojo y un florero grandísimo a la entrada. Era muy discreto y su música agradable. No volví, porque las veces que me senté a beber una cerveza en una mesa del rincón, siempre llegaba algún tipo a preguntarme que porque “tan solito” y me di cuenta que rechazar compañía no era bien visto en ese lugar, ya que el bar era reservado, con una clientela especial y a mí me habían dejado entrar por lo joven, carne fresca, según ellos.
Las trans se ubicaban después de las 4 p. m. y con el caer de la tarde, la calle 24 de iba llenando de clientela. Las residencias del sector casi todas permitían la entra de travestis con su cliente al lado, pero había que ser muy cuidadoso, porque el abuso policial con las transgénero era terrible. En las batidas que hacia la policía se cargaban a chicas trans en camiones y según escuche, unas veces las conducían a la estación de Germania, junto a la universidad de Los Andes, donde las desnudaban y las bañaban con agua fría para que se volvieran machos; otras veces, las llevaban a sitios desconocidos, por la Avenida Circunvalar, donde las golpeaban, les quitaban sus pertenencias y las dejaban tiradas semidesnudas. Era tan cruel el trato, que muchas de ellas preferían cortarse los brazos, para impedir que las subieran al camión. Si conocen a una transgénero mayor de 50 años, miren sus brazos, con mucha probabilidad los encontraran con cicatrices; me he dado cuenta de este hecho con Zoraida, la señora que cuida y hace aseo en el edificio de Ingrid en el Santafé, ella tiene severas cicatrices en ambos antebrazos. Algunas veces las redadas se daban al interior de los hoteles, según ellos buscando menores o drogas, pero en realidad era porque les exigían cuotas de detenidos y por la presión de la comunidad de los edificios aledaños, que veía como la zona se les iba deteriorando y pedían mano dura de la policía; cuando sellaban un hotel, a uno como cliente le tocaba vestirse y perder su dinero, con el riesgo de que también se lo llevaran. En esa época tener relaciones sexuales con una transgénero era tan clandestino y arriesgado, como lo es para los jóvenes de hoy, ir a una olla a comprar estupefacientes. También empezaron en esa época los grupos de limpieza social, que buscaban eliminar “indeseables del centro de la Bogotá”. A mediados de los ochenta apreció el SIDA, esta epidemia llenó de pánico a la clientela de los travestis, el temor ahuyento a los visitantes del sector y la discriminación contra toda la población LTGB aumentó. Los maricas eran vistos como leprosos, que contagiaban a todo el mundo con la sola mirada. Una vez se conoció que el uso del preservativo protegía contra el contagio del SIDA, los sitios de encuentro con prostitutas trans se amplió a lugares públicos (Plazoleta de las Nieves, Cinemas de la calle 24, Centro Comercial Terraza Pasteur) y se abrió un sitio de rumba en la calle 22 con 7ª: Alex, donde se podía bailar. A este establecimiento entraban transgeneristas los fines de semana en horas de la noche; allí hice mi primera conquista. Yo ya había ido allí a rumbear con Fresita, así que lo conocía bien. Un fin de semana, me estaba tomando una cerveza en la barra, cuando veo a una trans joven, delgada y sola, la invité a sentarse y le ofrecí algo de tomar. Tomamos un par de frías y charlamos. Me pidió un cigarrillo le dije que no tenía, que ya le traía uno; fui a la entrada donde una señora vendía cigarrillos menudeados y compre uno, cuando regresaba ella estaba a mi espalda y me dijo que el ruido era muy fuerte, que no se podía conversar. Ya sin las luces de los reflectores del bar, me di cuenta de que era muy joven, yo creo que menor de edad. Sin pensarlo dos veces, le sugerí que si nos íbamos a un lugar más tranquilo, ella acepto y me preguntó que donde. Le respondí que a un bar a la vuelta de la esquina. Ella me comento que vivía en una residencia que quedaba a media cuadra, enseguida del teatro Faenza. Sentí un poco de temor, pero en ese momento no había escuchado de robos, ni nada por el estilo. Compramos media de ron Caldas, una Coco Cola, chicles y para el cuarto de ella. El hotel era de esos paga diarios y me toco cancelar la noche a la entrada. El lugar era sobrio y aseado, nada de lujos. Ella tenía su maleta bajo la cama, había una silla Rimax y un radio. Mezclamos el ron con la coca cola y nos tomamos unos tragos; me conto que era de Cali, que llevaba un mes en Bogotá, que se había volado de la casa y que deseaba vivir su vida lejos de la familia, que la criticaba por su orientación sexual. Ya con el primer trago entramos en confianza, nos besamos. Luego bailamos con la música del radio. Recuerdo que era como una pluma bailando, no se sentía en los brazos. A mi siempre me han gustado los preliminares, más que la penetración, así que nos besamos, que sabroso que besaba, nos fuimos desnudando y quede sorprendido: que cuerpo tan bacano, era delgada, blanca, con unas téticas hormonadas, un culo natural y unas piernas torneadas, porque después me contó que en Cali practicaba patinaje; además olía exquisito, se notaba que era muy aseada. Yo estaba ya que volaba de la excitación y nos acostamos, saque los condones que siempre cargaba, pero ella ya me estaba haciendo el oral sin forro. Tuvimos sexo en todas las posiciones que yo conocía, esa pelada gemía tanto, que me toco subirle el volumen a la música; fue un polvo tras otro, la atracción era mutua. Nos quedamos dormidos creo que al amanecer. Me desperté, era sábado y recordé que había quedado de ir a trabajar un rato, nos vestimos, me bañe y la invite a desayunar. Luego me comento que llevaba una semana trabajando en una casa de citas que quedaba en la 22 con 5, diagonal a la Universidad Jorge Tadeo y ese fin de semana no podía trabajar, porque la policía había sellado el negocio; me dio las señas y le dije que pasaba en ocho días. Efectivamente, a la semana siguiente estaba buscando el lugar. Era una casona antigua, de dos pisos, sin ningún tipo de aviso, con puerta y ventanas de madera. Golpee, con un aldabón, se abrió un pestillo de la puerta y un tipo mayor, se notaba que en su juventud había sido travesti, me pregunto que deseaba, le explique que buscaba a Sofí, la caleña, me abrió la puerta y miro para todos los lados, me hizo seguir y grito “polla, la necesitan”, apareció mi amiga, estaba más linda que cuando la conocí: vestía una minifalda, sandalias, un top y se había maquillado. De una le pregunté que cuanto me cobraba por ir a la habitación; me respondió que no se podía tan rápido, que teníamos que comprar algo de licor. Pedimos media de aguardiente, que era lo más barato y nos sentamos en una salita, la cual estaba a media luz, apenas se distinguían los cuerpos; la música era bailable, pero sonaba a bajo volumen, para que los vecinos no protestaran y llamaran a la policía. Me tome un aguardiente, no es sido muy amigo del alcohol y bailamos un rato. Producía una sensación tan agradable bailar con esa chica, era una pluma, como su nombre no me agradaba, la empecé a llamar “plumita”. Sonaba Wilfrido Vargas, Diomedes Diaz, la música bailable de moda. Esa noche solo había dos parejas; cuando pedimos la habitación, nos comentaron que estaba reservada para la otra pareja. Plumita me dijo que había otra posibilidad, que la casa tenía un zarzo y que allí dormían las travestis cuando era muy tarde para salir a la calle. Con la arrechera que tenía, le dije que bueno, que donde fuera. Pague la habitación y el polvo a la travesti que me abrió, que era la dueña del lugar; trajeron una escalera de madera, un rollo de papel higiénico y una linterna, subimos al zarzo, olía a incienso, era mucho mejor de lo que yo esperaba: tenía varios colchones organizados en el piso con su respectivo tendido, subimos la escalera y cerramos la puerta. Apagamos la linterna y empezamos a acariciarnos, no me cansaba de acariciar ese cuerpo, que delicia; besos por todos lados, orales, no hubo penetración, eyaculamos masturbándonos. Luego de descansar, prendimos la linterna, abrimos la puerta y bajamos la escalera. Ya era la medianoche. Plumita me dio el número telefónico de la residencia donde vivía y nos despedimos. Salí un poco temeroso, por la hora, pero no, había gente deambulando por la calle. Bajé a la carrera séptima, cogí un taxi y para la casita.
Un forista me preguntó por el interno que cómo es un zarzo. También lo llaman desván, mansarda o ático.
Es el espacio que existe entre el tejado y el techo falso de una casa. Casi siempre se utiliza para guardar objetos que poco se usan. Generalmente se accede a él por una escalera móvil.
Señor Quinto Piso, por favor podría ilustrarnos sus experiencias en el bar de travestis que se ubicaba en la calle primera con carrera 24A, Eduardo Santos?
Sería emocionante algún relato, yo tuve mis primeras experiencias allá, de las cuales he hablado en otros temas... Eso se llamaba Bar Video Pereira, después se llamó Noches de Media Luna, despues Jacaranda hasta que lo cerraron... Posteriormente demolieron ese inmueble De antemano muchas gracias |
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